LO DE CARLITOS
Don Carlos Ciuffardi, más conocido como Carlitos, apodado Rey del Panqueque sonreía con la mirada, en sus ojos las lucecitas de la picardía y la imaginación no cesaban de titilar cuando se acercaba al estaño de su local de Villa Gesell y le preguntaba por su más reciente creación. Porque fue eso, un creador que homenajeaba con su gastronomía a los notables de la medicina, el arte y la política.
Los famosos se acercaban al reducto con las zapatillas llenas de arena y el gusto del mar en la boca con la intención de motivar el espíritu del hombre que detrás del mostrador escuchaba la pregunta previsible: “¿Cómo sería, Carlitos, panqueque con mi nombre?”. El interrogado se reía con esa ternura inefable e improvisaba un plato de “un vuelta y vuelta” guiado por su ingenio y ante las risas de sus hijos, herederos de un patrimonio que sobrevive a toda crisis que ataque los bolsillos.
Napo, como algunos lo conocían, falleció a los 75 años un día de abril de 2010. Pero sobrevive en sus veinte locales reinando en ámbitos nada lujosos pero con la confortabilidad ofrecida desde el afecto y el respeto.
Una vez le dijo a uno de sus hijos, Rodolfo, sin dudar que “si querés arrancar en primera, empezá por Quilmes”. Ducho en la materia explicó que el comensal quilmeño el más exigente.
Sus descendientes no dudaron y al ámbito inaugurado en Vicente López, frente a un conocido supermercado le siguió el recinto de la calle Alsina casi esquina Alvear.
No se equivocaba. Lo prueban los llenos que obligan a reservar mesa los sábados a mediodía, con remotas posibilidades de conseguir ubicación en la vereda, aunque el fresquito mortifique un poco a la espera del plato deliciosamente perfumado con misteriosos condimentos que la receta guarda bajo cientos de llaves.
Lejos de la vulgaridad del lujo uno puede degustar el panqueque que homenajea a
La cartilla de vinos es variada, pero lo suficientemente atractiva como para secundar a un panqueque Norma Aleandro, o uno con el nombre del DT de
“Un grande”, de verdad. Visitarlo es más que aceptar una recomendación resaltada desde el cartel en la marquesina del restorán quilmeño. Carlitos espera a todos aquellos que saben combinar la fiesta y el homenaje.
No se van a arrepentir, a pasitos de la alborotada peatonal Rivadavia, el oasis de ese creador que le hizo un corte de manga a la reputada crisis del 2001.
HERNANDO HARB
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